jueves, 25 de junio de 2009

ANTES DEL 27 DE JUNIO ESTUVO EL 9 DE FEBRERO

ANTES DEL 27 DE JUNIO ESTUVO EL 9 DE FEBRERO
Nota de Avanzar Batllista

Este sábado 27 —víspera de las elecciones internas— se cumplen 36 años del Decreto 464/973, del 27 de junio de 1973, firmado por Juan María Bordaberry —que de Presidente constitucional pasó a dictador en ese preciso instante—, el Cnel. Néstor Bolentini y el Dr. Walter Ravenna, en sus respectivas condiciones de Ministro del Interior y Ministro de Defensa Nacional. Por el decreto de marras, se dispuso la disolución del Parlamento, sustituido por un Consejo de Estado, y de las Juntas Departamentales, reemplazadas por Juntas de Vecinos.

La noche previa, el 26, el Senado efectuó su última sesión, conscientes todos sus integrantes de que sería la última. Presidida por el inolvidable Eduardo “Lalo” Paz Aguirre, esa sesión histórica del Senado recogió la condena casi unánime de los presentes, pertenecientes al Partido Colorado, el Partido Nacional y el Frente Amplio. Pocas horas después, el decreto entró en vigencia y una columna de tanques rodeó el augusto Palacio Legislativo. Inmediatamente el Palacio fue ocupado militarmente. El resto es historia conocida.

Frecuentemente, se evoca el 27 de junio de 1973 como la fecha del golpe de Estado. Y efectivamente se trató de eso. Pero casi con la misma frecuencia se olvida que antes de ese golpe de estado, que fue esencialmente impulsado por Juan María Bordaberry —ya imbuido de un espíritu profundamente antidemocrático—, hubo un golpe militar varios meses antes, en febrero de 1973. Y ese fue el golpe sustancial, porque fue el que desplazó el poder desde el sistema político hacia los mandos militares.

Desde luego: el olvido no es inocente, sino deliberado. Y lo es porque esa ocasión puso de manifiesto el oportunismo y el nulo compromiso con la institucionalidad democrática de quienes hoy rasgan sus vestiduras como adalides de la democracia.

Concretamente, la izquierda uruguaya —toda ella, con la honrosa excepción del Dr. Carlos Quijano, director de “Marcha”— en febrero de 1973 pretendió subirse al carro de los militares golpistas, imaginando un régimen cívico-militar “progresista”, del que serían parte sustancial. Para la izquierda, en ocasión del verdadero golpe militar, la cuestión no era democracia o dictadura sino, como ellos lo planteaban, “oligarquía o pueblo”.

Para no olvidarlo, vale la pena transcribir algunos pasajes del editorial del diario “El Popular” —vocero del comunismo— del día 11 de febrero de 1973, acerca de los Comunicados 4 y 7 de los mandos militares insurrectos, verdaderos manifiestos golpistas.

“El país necesita cambios, el pueblo quiere cambios”, iniciaba su editorial el diario comunista, mientras las FFAA se llevaban por delante la institucionalidad y desconocían al mando superior. Y agregaba esta joyita, que podría haber sido pronunciada por cualquier integrante de la dictadura: “Es lo que no quieren entender quienes por los intereses que defienden o por pensar atenidos a viejos esquemas pretenden que todo puede seguir igual…”. Cualquier similitud con opiniones del hoy encarcelado Teniente General Gregorio Álvarez, no es pura coincidencia. De hecho, Álvarez era visualizado con simpatía por toda la prensa frenteamplista.

Más adelante, el extenso editorial señalaba: “Nosotros hemos dicho que el problema no es entre poder civil y poder militar, que la divisoria es entre oligarquía y pueblo, y que dentro de éste caben indudablemente todos los militares patriotas que estén con la causa del pueblo, para terminar con el dominio de la rosca oligárquica”. Y a continuación, los comunistas pasan a explicar “por qué nos parece, en general, positivo el documento de las Fuerzas Armadas”.

El editorial, luego de elogiar el documento militar hasta la náusea, expresa una salvedad con el mismo: el rechazo explícito al marxismo-leninismo, ideología del diario. Empero, consideran esa mención como “un error”, simplemente, expresando que el mismo “no invalida el concepto general que tenemos del documento y estamos seguros que la conciencia de la clase obrera hará posible que por encima del error, avance la comprensión mutua entre los trabajadores y las Fuerzas Armadas, en la trascendente tarea de buscar los mejores caminos para salvar la patria en la grave encrucijada que se encuentra”.

Tanto buscaron la comprensión mutua, que la CNT propuso al general Álvarez y a los coroneles Trabal y Martínez Levaggi llevar a cabo un paro general de adhesión a la insurrección militar. La medida —que había sido entusiastamente aceptada por los oficiales mencionados— finalmente fue desactivada ante la oposición decidida de Bordaberry —ya entregado a los golpistas— y los militares más anticomunistas, encabezados por los generales Cristi y Zubía.

Meses más tarde, la torta se dio vuelta y quienes intentaban subirse al carro del golpismo, fueron bajados de éste. Pero no se bajaron por convicción democrática y lealtad a las instituciones, sino —apenas— porque no los dejaron participar, tal como era su deseo.

En un año crucial para el futuro del país, no deja de ser importante recordar las actitudes que los diferentes actores han tenido en un pasado que estos mismos protagonistas se empeñan en querer reconstruir a fuerza de tergiversaciones y ocultamientos.

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